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Serendipias
Querido Tú:
Delante del porche acaba de pasar un niño con una hoja de platanera como paraguas improvisado mientras comienzo esta carta escuchando a Joni Mitchell. Todos los días llueve a la misma hora en este lugar de Sri Lanka, como si las campanas del templo de la colina tuviesen un acuerdo secreto con los cielos monzónicos.
Estas semanas disfruto de una rutina apacible: cuando amaina, paseo por caminos que huelen a tierra mojada, corrijo un último artículo y, por la noche, el mar me pide entrar. Le hago hueco, me arrulla hasta la madrugada y se marcha dejando un rastro de caracolas y algas.
Entonces me quedo solo en la cama, las reflexiones me invaden y vuelve a surgir ese anhelo que arrastro desde hace meses.
Dices que ahora eres diferente y ya no fumas, ni compras lasañas precocinadas en la tienda de siempre. Suelo imaginarte escribiendo tu primera novela junto a una copa de vino, buscando por la ventana esta misma luna mientras recuerdas la promesa que hicimos en el aeropuerto antes de partir. De vivir un intenso año lleno de viajes.
Viajar es curativo, pero a veces debes detenerte para apreciar los lugares
Como habrás visto, durante este 2025 estoy viviendo nuevas aventuras: en las playas de Tailandia, una noche encendí una hoguera junto a dos franceses que tocaban la guitarra. Y en Vietnam, coloqué una vela púrpura en el río al pasar junto al pueblo de Hoi An. Me dejé envolver por los colores de los templos de la India, vi cascadas de tantos azules en Laos y aún tengo el lejano sueño de alcanzar Indonesia. Pero eso será mañana, quizás otro año. Por el momento me quedo aquí, escribiendo cartas y burlando al destino.
Viajar es curativo, pero a veces debes detenerte para apreciar los lugares: la transición del paisaje, saludar al vecino que trae pescado por las mañanas y conocer una ciudad como quien sigue un trozo de papel mecido por el aire. Es algo que irás asimilando si este año te atreves a viajar solo.
Respecto al resto del mundo, he leído que ya no hay guerras y el agua ha retrocedido en las islas del Pacífico Sur. Estoy algo desconectado, lo reconozco, pero nunca olvido el punto de partida.

Es lo que ocurre cuando decides seguir el río hasta el final sin fecha de vuelta y aceptar lo que cada orilla puede ofrecerte. Sabes que siempre quise hacerlo. Por el camino, he hecho espacio a nuevas historias, aunque debo reconocer que aún te imagino por las noches en la mecedora junto a mí, bajo estos farolillos llenos de luciérnagas. Después flotamos por la selva con ojos de cocotero y dormimos bajo un techo de palma sin pasado ni futuro.
Ahora el arcoíris ha aparecido en el horizonte y junto a este escritorio revolotea una mariposa blanca. Tal vez su aleteo cambie las mareas, provoque diversos sucesos en cadena y esta carta llegue a tiempo.
Ya sabes que no escribo postales. Solo hago altos en el camino, como anclas en ciertos lugares para recordarte que me quedaré en esta cabaña. Esperándote. Si te animas, este billete a Sri Lanka es tuyo y aún quedan diez meses por delante. El mar y yo te haremos hueco.