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Nantes, el viaje permanente a todo aquello que amamos en la vida
Por Silvia García30 julio 2024 | Actualización: 30 julio 2024
775 kilómetros, 1 hora y media en avión, es la distancia que separa Madrid de Nantes, la ciudad en la que abrió los ojos al mundo Julio Verne y que mira con esperanza al futuro con el mar Atlántico de fondo.
Recorremos los más de 700 kilómetros que unen Madrid con un descubrimiento, el de la capital de la Bretaña hasta el siglo XVI y la ciudad del intenso cielo azul que baña sus plazas y las vidas de sus 300.000 habitantes.

Hemos tenido el privilegio de traspasar las nubes y el mar hasta llegar a Nantes, explorando la ciudad gala a través de su mágica Línea verde: un recorrido de más de 20 kilómetros llenos de arte que, a modo de paseo, revisita su historia y su esencia con la cultura como faro.
Esta ruta no es sólo un recorrido turístico; es un viaje emocional que te lleva a conectar con el imaginario de Julio Verne, la sensibilidad de la cineasta Agnès Varda y la riqueza multicultural y artística de Nantes.


Al llegar a la ciudad, sentimos el peso de la historia sostenido por el de la modernidad. Un equilibrio perfecto que descansa en sus decenas de terrazas y plazas en las que podemos respirar el pulso de la ciudad del Loira.
Julio Verne está en cada esquina, impregnando Nantes con sus visiones en un sitio donde se mezclan la realidad y la fantasía a cada paso. Perderse aquí es una opción muy recomendable para acabar en plazas, callejuelas y grandes avenidas que soterran el río y parte de su historia.


Otra es abrir los ojos y seguir la línea verde, un trazo mágico que nos lleva a “Les Machines de l’île”, una celebración de los sueños mecánicos de Verne. En esta isla mágica, los enormes elefantes y otras criaturas basadas en sus historias parecen cobrar vida, llevándonos a un mundo donde lo que parecía imposible se convierte en realidad.
Tuvimos la oportunidad de ver a estas criaturas de metal en movimiento y, por un momento, nos sentimos dentro de 20.000 leguas de viaje submarino o como si estuviéramos de viaje en una de las Isla de animales salvajes de Verne.

Pero no sólo vuela por la ciudad el espíritu del escritor, también de los cineastas Agnès Varda y Jacques Demy, maestros del cine para quienes Nantes fue un plató orgánico.
Es fácil imaginar cómo debía ser la ciudad francesa en esta época mientras recorremos el Passage Ponneraye, una galería comercial cubierta del siglo XIX que sirve de refugio cuando el tiempo se tuerce, un lugar donde la luz es la gran protagonista.


La línea verde nos traslada a esa Nantes mágica e inspiradora, como en la place Graslin, donde podemos jugar con las raíces de la ciudad, literalmente, gracias a la obra de Henrique Oliveira en la que la naturaleza se abre paso. O como cuando subimos las escaleras llenas de color de Barreau Charbonnet para dejarnos embriagar por el intenso olor de las magnolias.
La cultura aúna una vez más la ciudad de Nantes con la naturaleza, como en las intervenciones del artista local Jean Jullien junto a tantos otros talentos dentro del oasis que es su espectacular jardín botánico.
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Siguiendo la línea verde podemos leer el paso del tiempo en la obra de Yuhsin U Chang, encallada en un pino que parece inclinarse para saludarnos y darnos cobijo mientras exhibe orgulloso su supuesta edad, como quien luce orgulloso un collar de perlas.


Nantes, además, es una ciudad que ha logrado convertir su pasado industrial en una fuente de innovación y actualidad. El recorrido por la zona conocida como Quartier de la Création se hace a través de la línea verde, donde ahora encontramos espacios culturales vibrantes en antiguos astilleros.
En este lugar, la creatividad y la expresión artística se fusionan para formar un espacio que honra el pasado mientras se proyecta hacia adelante. Nunca nos habíamos parado a pensar en la belleza que puede habitar en una grúa; es lo que tienen los símbolos, que nos llevan a lugares que distan mucho más allá de las formas.

Pero Nantes no acaba en Nantes, el Loira es una extensión que nos recuerda que hay ciudades que no tienen principio ni final, que no quieren entregarse a lo finito. Con esta idea hacemos un crucero por el río en busca, sin saberlo, del reino de la reina blanca.
Así se llama la película protagonizada por Catherine Deneuve rodada en la preciosa villa de pescadoras Trentemoult, un especie de jardín para los habitantes de Nantes que se acercan a soñar con una rincón de esta por la que el tiempo y los barcos parecen haberse encallado en el tiempo.
De este rodaje queda el recuerdo de una crêperie (crepería) con el nombre de la cinta y una realidad: la de unir la belleza de una villa con la de la musa francesa.


Pero esta parada no es la única que nos emociona. A ambos lados del río Loira, el progreso y el arte se camuflan en la naturaleza más salvaje.
Un viaje por el Loira hasta llegar a Sant Nazaire nos descubre obras como una “Villa Chimenea” que se alza a más de 15 metros de altura, un barco que parece hecho de material blando, una “Casa en el Loira” que parece estar hundiéndose pero que jamás se hundirá, habitaciones de artistas en un elegante castillo, una “Serpiente de Océano” de 120 metros de longitud…
60 km a lo largo del Loira en los que disfrutar de 33 piezas creadas por artistas contemporáneos forman un itinerario que te invita a descubrir la singular riqueza natural, marítima e industrial de la región. Cada una de las obras se encuentra en lugares atípicos o en puntos emblemáticos del estuario, creando una experiencia visual y cultural única.

Nantes huele a comida de mares lejanos, a narcisos, a reconciliación con una parte de su historia. Nantes huele a galletas de mantequilla, esas cuyo aroma te hacen sentir en casa. Nantes es noble y humilde, es tranquila y viva, es progreso y compromiso, es cine, es cultura, es presente y es futuro.
Nantes no tiene principio ni tiene final, es un viaje permanente y de eterno retorno que hacer al menos, 100 veces en la vida.
Gracias infinitas a Delphine, por haber hecho posible este viaje que no olvidaremos jamás, y a Katia, Servane, Agnes y Vanessa, por mostrarnos su ciudad de la mano, con su mágica mirada llena de curiosidad.